lunes, 30 de agosto de 2010

Manicomio General de la Castañeda

La Castañeda, era un lugar donde se recluía a los enfermos mentales y entre lamentos, carcajadas tenebrosas que mostraban en sus rostros espectrales  aparentemente perdidos en un limbo de ideas donde la razón no tiene lugar y las frias paredes no se compadecen de su locura, que parece interminable.

El primero de septiembre de 1910, uno de varios festejos que se celebró en México con bombo y platillo conmemorando la independencia del país, fue  ésta, la inauguración del Manicomio general de la Castañeda, a la inauguración asistío gran parte de la aristocracia de aquel entonces y nuestro único dictador de la historia, Porfírio Díaz. Muchos de los asistentes se asombraron con el lugar y se marcharon con la seguridad de que México había ingresado a la modernidad psiquiátrica.

En el año de 1920, el hospital comenzó a dar signos de deterioro, las camas resultaron insuficientes y los colchones eran privilegio para algunos. En 1930, el número de internos era de 2000 y para 1940 se alojáron a 3400 pacientes y su capacidad originalmente era para albergar 1200 personas.

Pronto el manicomio se transformó en un lugar asociado con el hambre, abusos, hacinamiento, enfermedades, suicidios, un insalubre deposito de despojos humanos, donde el lema de la prensa era, "muchos locos y pocos médicos".

El infierno mismo estaba presente, en este cementerio de muertos vivientes,los rostros deprimentes de los pacientes mostraban la deseperación y la tristeza del lugar donde estaban recluidos; una muestra de ello es este testimonio del archivo histórico de la Secretaría de Salud:

"Hace más o menos que me trasladaron a otro Departamento, en donde es más difícil la comunicación con la gente de afuera, no sabiendo si por esa razón no haya podido hablar con ustedes. Me he seguido rehusando a curarme con la neurastenia pues hasta hoy, en el Departamento anterior, llevándome por la fuerza me aplicaron cuatro o cinco inyecciones; seguramente de esa enfermedad no me reestableceré aquí, pues tengo el proposito de no hacerlo, aún cuando encontrara aquí los medios, que no encontrase aquí por las razones que verbalmente te he expuesto".

Mi abuelo miró muchas cosas iguales o peores dentro de ese tétrico lugar.